The Wonderful Trocks

Les Ballets Trockadero de Montecarlo, conocidos en el mundo artístico como los Trocks, han vuelto a pasar por Madrid, actuando durante diez noches en los Teatros del Canal. Están inmersos en una gira que celebra sus 40 años de trayectoria, y ha sido un verdadero gustazo ver a esta troupe alegre, jovial, optimista, talentosa y que transmite energía y humor desde el escenario con todos sus detalles artísticos y humanos.

Para quien no los conozca, presentemos brevemente a esta particular –y única- compañía de danza. Fundados en 1974 en New York, en el corazón de los teatritos del off-off de Broadway, parecían lo más alternativo del mundo en el momento más alternativo de la historia. Allí aparecen un grupo de fornidos muchachos que comienzan a bailar piezas del repertorio más clásico del ballet interpretando los roles masculinos ¡y también los femeninos! Siguiendo el canon: zapatillas de punta, maillots, tutús, mucho maquillaje y el vello abundante saliendo por el pecho y los sobacos. Todo ello sin renunciar a ejecutar los movimientos más exigentes con el máximo rigor.

El objetivo inicial del grupo era por un lado reividicar la danza, expresando su amor por ella a través de un alto nivel de ejecución técnica. Pero al mismo tiempo querían también parodiar lo anticuado y rígido de determinados aspectos del ballet clásico –en particular la estricta escuela rusa-. Eran los años de la contracultura, las acciones de protesta, la rebelión contra el poder y lo establecido. Un grupo alternativo como este planteaba una acción de reivindicación radical desde lo ético y lo estético. Y lo realmente curioso del caso es que cuatro décadas después de su fundación, los Trocks son una pieza codiciada de la programación de cualquier teatro o festival escénico del mundo. Sus espectáculos satisfacen tanto a los amantes de la danza como a aquellos que dicen odiarla. ¿Cuál es su secreto?. Ni mas ni menos que el rigor y la seriedad. Como hace unos días me recordaba el sabio Miguel Rellán citando a Billy Wilder, si vas a hacer humor, has de hacerlo muy en serio. Les Ballets Trockadero de Montecarlo son una compañía de danza, en primer lugar, que utiliza el humor y la parodia como sello identifiativo (además del hecho diferenciador de que todos sus roles son interpretados por hombres). Hacen reir –o al menos sonreir- porque explotan muy bien las contradicciones y las situaciones límites de las coreografías, llevándolas a lo grotesco. Pero no hacen patochadas ni recurren a lo chabacano en el escenario, y desde luego no escatiman ni el más mínimo esfuerzo en los bailarines y en la danza. Por eso, las risas en la platea están trufadas con los gestos de admiración, las exclamaciones de asombro y los aplausos cerrados ante sus movimientos.

Creo también que hay algo paradigmático en la evolución de esta compañía desde los márgenes de lo alternativo a la centralidad de los escenarios más reputados del mundo. Me da la impresión de que ilustra la capacidad que ha tenido –y tiene- el sistema para absorber los movimientos críticos y contraculturales y convertirlos en una opción más de consumo cultural. Pasó con el rock y después con el punk en la música; con el pop en las artes plásticas; y con un buen número de compañías y artistas en las artes escénicas. Quizás debamos asumir que el deseo de todo artista cuando muestra su arte es ser (ad)mirado por cuanta más gente mejor. Y eso incluiría también a los más marginales y alternativos. ¿O no?

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